miércoles, 25 de enero de 2012

Lo nunca dicho



En el cafetín de la plaza, se encuentra como todas las tardes al caer el sol, un escritor.
Se sienta en una esquina, al lado de la tenue luz de la lámpara.
Pide un café solo, bien cargado para despertar sus sentidos.
Sus manos cansadas con las marcas de los años tatuadas en su piel, abren su bolso, en el que porta una colección de hojas con las que terminará su novela.
A veces tarda en escribir y se queda quieto, esperando que la mano de Calíope le acaricie y vuelva a él la inspiración.
Quizá sea esta su última novela, sabe que poco le queda ya por escribir. Ha sido el libro más complejo de su trayectoria, será porque escribe de sí mismo, cosa que nunca ha hecho. Siempre se ha escondido en personajes difuminados, en un segundo plano como observando las escenas que se sucedían a su alrededor.
Escribir desde tan adentro lo deja agotado. Empezó este libro después de abrir un sobre, con una esquela dentro.
En ese instante él también murió un poco.
La historia más difícil es la que nos ocultamos a nosotros mismos. La que va haciendo un poso de amargura en el estómago.
Su vida reducida a una esquela con nombre de mujer. La mujer que amó siempre desde el silencio, desde el más triste anonimato.
La conoció muy joven, llena de inquietudes, de ideas feministas, y a la vez una enamorada de las novelas románticas.
La vio hacerse mujer y con ello, el deseo de estar a su lado, de ser su amigo y compañero. Lástima que nunca se acerco a ella.
La vio enamorarse de otro, casarse de blanco, como él tantas veces la había vislumbrado en sus sueños.
Vio como los surcos de la edad marcaban su frente.
Y un día de invierno, ella se apagó para siempre.

Por eso él escribe ahora lo que quiso decirle y nunca le dijo.
Le habla a una tumba de piedra, llena de flores silvestres, y a veces siente que ella le contesta, que asiente en el silencio, como si no se hubiese ido del todo, como si quedará algo de ella que no quiere dejarlo solo.

Levanta la vista del papel y mira otra vez la realidad, el café vacío, la oscuridad que llena la calle.... La pluma escribe en el inferior de la hoja: FIN.

viernes, 20 de enero de 2012

Villa Allegra





Mi casa se llama Villa Allegra. Está en un pueblecito al sur de Italia. Me gusta despertarme cada mañana y abrir la ventana de mi cuarto, hasta sentir el frío del alba sobre mi piel aún dormida. Es una casa enorme llena de trastos antiguos. La mayor parte del tiempo lo paso en la biblioteca, descubriendo volúmenes enormes y pasando mis dedos sobre sus hojas. En la parte de atrás hay un bello jardín. De noche se pueden ver las estrellas y cuando respiro hondo percibo el olor a pino y eucalipto que embargan mis sentidos. A veces me quedo allí sentada debajo de un árbol durante mucho rato, hasta que soy capaz de escuchar el rumor de las hojas cuando sopla el aire. Desde fuera parece una casa extraña, hecha de retales y remendada por todas las esquinas, pero su interior es como un pequeño palacio que alberga grandes secretos, retratos antiguos de gente que no conozco, estatuas de bellas mujeres… Mi casa es como yo, un misterio por descubrir, diferente a las demás, por eso me gusta tanto.

lunes, 2 de enero de 2012

Soledad




Se levantó en mitad de la noche.
En medio de la oscuridad, solo se escuchaba su respiración. Fue en ese momento, cuando se dio cuenta de que estaba sola, llevaba sola mucho tiempo, pero no se había parado a pensar que cuando pronunciaba su nombre, solo el eco de la oscuridad se lo devolvía.
Llevaba mucho tiempo durmiendo o vagando por las sombras de la oscuridad, sin percatarse de que su alma la había abandonado. Ya no era una persona con sentimientos, era un vacío en medio de una casa desierta.
Un cuerpo muerto, que se alimentaba de la soledad, como una gran bola de nieve.
Ya no habla, ya no escucha, solo espera al lado de la ventana, con los ojos perdidos en el horizonte, esperando que ese hombre que le ha robado todo vuelva a devolverle las ganas de amar y sentir, como la primera vez en aquella plaza desconocida a medianoche, donde ambos se encontraron, y sus almas se unieron, sin remedio, para siempre.